25/11/14

EL MARAVILLOSO CANTO DE LA LLUVIA

No todo el mundo cree que tiene oído musical, pero es interesante saber que todo ser humano lo posee, le faltaría al que no lo ha activado afinar el alma con el tono debido y colocar la nota musical en el corazón…

“El sonido es una sensación percibida por el oído que llega al cerebro. Cuando un cuerpo vibra, las moléculas que lo forman se propagan en círculos concéntricos a través del aire. Es preciso establecer la diferencia entre un ruido y un sonido musical”.

No todos oímos el perceptible canto de la lluvia y pocos son los que reparamos en este asíncrono espectáculo musical de las tormentas. 

El canto de la lluvia es suave, se siente débil en la lejanía, es como una arpa cuando su intérprete rasguea las cuerdas con tanta suavidad que solo se escucha una sonoridad, el cual adormece el huesecillo interno del oído, el tímpano se tensa para oír y sus membranas auditivas se inflaman por mantener el ritmo de la sonoridad casi imperceptible. Al nacer en la distancia y en su aproximación, el manto de la lluvia y su filarmónica secreta conjuga una dinámica muy sentida en cuanto a su plano sonoro audible, ocasionando candenzas en manera compleja en los distintos acordes de cada partícula de lluvia.

Cuando la lluvia se acerca desde las nubes, se forma en el ambiente un punto de vista vibrado, se va propagando en manera elástica en manera líquida, sus ondas son casi no audible para el oído humano, el que escucha esa música se tensa, presiente en su sensor cerebral afanado que se acerca una precipitación atmosférica y corre a guarecerse de lo que ha de venir en manera momentánea e inesperada.

No considero el sonar del concierto de la lluvia como un ruido y hago mención al sonido sin definición, cuyas son vibraciones cortas que molestan y alteran el nervio auditivo; por ejemplo: el sonido que se produce al colisionar estrepitosamente un auto contra otro, sin embargo, el sonido musical es controlado por el hombre, posee la cualidad de tener vibraciones regulares que se perciben en forma precisa y son agradables al oído, mi definición en manera personal del sonido que produce la lluvia al asentarse desde el firmamento, es no ajustarlo al del ruido común y corriente, la música de la lluvia al desplegarse en el ambiente no es un ruido, es música del cielo dirigida por un director orquestal genial, el mejor del universo, el mismo Dios.

Los primeros seres vivientes en la tierra que oyen la música de la lluvia son los pájaros, estos seres viviente del globo terráqueo tienen una percepción bien definida que les ayuda a arraigar en su instinto la presencia de un concierto entre el tiempo y el espacio, presienten la vibración de la atmósfera, la densidad del medio ambiente los envuelve y son receptores de la emisión al comprimirse, expandirse y al hacer presión en el vacío infinito.

La dimensión de esta música cantarina tiene su tiempo y su medio de expresión expansiva, sus cualidades de sonido se generan en las cuatro escalas musicales: intensidad, altura, timbre y duración. A veces el tiempo no se oscurece en manera repentina y llueve aun con el sol imponiendo sus rayos solares, a pesar de esta notoriedad, las aves sienten el rasgueo del arpa de la lluvia y cuando sucede esta causalidad, el ser humano desprevenido se moja ineluctable, recibiendo en su piel las lágrimas del cielo. Para cuando los humanos sienten las primeras gotas frías de la precipitación, los pájaros ya están bien protegidos y guarecidos en sus cuevas, árboles y nidos.

Después de los pájaros son todos los animales que oyen la dulce nota de este fenómeno de la natura, e incluso los insectos, ingeniosamente y con carácter de ingeniería una de estas especies de invertebrados maravillosos son las hormigas. He visto desparecer de inmediato antes de llegar una tormenta o oscurecerse el día a las hormigas, su descenso transeúnte se esfuma en manera fulminante, dejan el troquelar de su pasear rutinario y en esta huida de súbito no queda una sola extraviada o desorientada.

En el momento cuando la última hormiga entra a su cálido aposento, todo queda en quietud, aves, insectos y animales guardan un silencio absoluto, resguardándose y poniéndose a salvo de lo que ha de venir, precavidos saben escuchar el sonar de la música más maravillosa del planeta, la lluvia.

He oído la música de la lluvia, para oírla en el instante que lo hacen los animales, pájaros e insectos, hay que tener un cálculo auditivo muy sensible, a veces ni el calor urbanístico o de ciudad impide escuchar el grandioso sonido de la lluvia, es una obra fascinante de Dios y su naturaleza, el concierto viene acompañado sutilmente por el viento, el sonar se hace suave y paulatino en su intensidad, al inicio se oye lejano, es la “Duración” relativa, en este instante se puede captar el tiempo brevísimo del sonido de la lluvia, pocos humanos suelen oír sus notas musicales.

Al instante de terminar la “Duración” del evento, se establecerá la “Altura” y los sonidos agradables de la lluvia pasarán a ser agudos, graves y medio, terminando con “El Timbre” cuyo sonido característico se oye al golpear las gotas sobre techos, rocas, superficies, aguas, árboles y entre otros, este sonido terminal es audible para el oído humano y hace similitud como en una nota de altura y timbre en un concierto de Beethoven. Una escala musical en caliente del maestro Beethoven después de estar durmiéndonos en la mágica quietud rítmica de su dulce embeleso, nos despierta bruscamente con una nota aguda o grave que casi nos saca del asiento a empellones violentos. La última nota musical de la lluvia hace estallar estrepitosamente el ambiente.

El precavido que percibe la música de la lluvia, sus tonada y melodía que le caracteriza antes de caer sobre la superficie terrestre, hará como los demás seres vivientes del planeta que la oyen, se resguardará porque sabe que va a llover y se mojará.

Muchos animales, insectos y personas en igual no necesitan de equipos o artilugios sofisticados para prevenir y saber cuándo se acerca un sismo, saben escuchar la música que estos comienzan a emitir cuando están por llegar.

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