29/12/15

KARINA


KARINA
Autor: Eliad Jhosue villarroel
Cuento creado para lectura y trabajo de estudiantes de secundaria.

INDICE
1.       Introducción
2.       Cuerpo: Karina
3.       Conclusión

1.       Introducción:
Karina es un cuento, objeto de una situación socio política. Una alta inflación en un país puede otorgar a sus habitantes incomodidades infructuosas y si se acompaña con una inseguridad reinante es otra opción aterradora. La falta de nutrientes en un cuerpo puede ocasionar múltiples estragos al organismo y es de allí donde parte la historia, Karina es parte de una tragedia inesperada, forzada, política y cultural, su causalidad proyectada por circunstancias de pobreza inducida y sembrada, puede ocasionar problemas entre entornos específicos: instituciones, hogares y otros, así como la influir en la interfaz escolar y del rendimiento personal del estudiantado.

Aminoraba la tarde de un día viernes y Karina soñaba con ser una princesa. El aula ese día estaba un poco concurrido por sus compañeros de clase, su maestra la señorita Antonia, conocida popularmente como Toña impartía clase de matemática y mientras transcurrían los minutos, emergían con fluidez los sonidos fonéticos de los números a través de la paciente voz dulce de la educadora. Mientras Toña explicable con delicadeza, Karina soñaba despierta sumergida en un mundo de fantasía improvisada,  tanto soñaba hasta que lánguida y desgastada se quedaba dormida sobre la mesita que usaba como pupitre.
 
¡Karina, Karina despierta niña! Y entonces la pequeña abría sus ojos dulces, grises, rasgados como el de los asiáticos y profundamente tristes. ¡Que! ¡Que!...Repetía embutida entre su universo infantil inundado de cuentos de hadas. ¿Estas dormida otra vez mi dulce Kari? La pequeña sintió que una mano se posaba en su hombro. ¿Qué te pasa hija linda? Hace seis meses atrás eras una niña muy despierta, inteligente, conversadora y diligente, sin embargo, últimamente te quedas dormida sobre la mesita de estudio, andas retraída, triste y estas bajando mucho de peso, estas tan delgada como una vara de espiga de caña brava.

Karina guardó silencio, una quietud sepulcral la sumió en un mutismo inseguro y luego de balbucir lo que nunca podía exclamar, lloró,  lloró gruesas lágrimas cuyas rodaron con un torbellino de emociones por sus pálidas mejillas. ¡No llores corazoncito! le dijo la maestra, ve a casa,  dile a tus padres que te den leche, carne, huevos, pescado y bastante frutas, las necesita como nutrientes para que te hagan fuerte, inteligente y sobresaliente. ¡Te espero el lunes querida mía!

Karina tomó sus libros, los introdujo en su morral y dando traspiés soñolientos se alejó entre la muchedumbre escolar.

El lunes temprano llegó al área escolar con el semblante más adherido a la melancolía, su piel se veía reseca, sus labios y rostro de color blanquecino, sin vida, su pelo castaño había perdido su brillo, su cuerpecito se veía más famélico y tembloroso, sus ojos hundidos demarcaban una honda pena y sus labios sin brillantez se asomaban desleídos, apenas dejando entrever el estertor de un frío y húmedo quebranto.

¡Pobrecita Karina! doblegada a su destino apenas daba cortos pasos, su lastimero caminar parecía arrastrar cien años de soledad sobre su pequeña espalda, su mirada languidecía mirando eternamente la textura del piso, así se unió a la cola de sus compañeros y en su nimio mundo de quimera entró rezagada al aula de clases, directo a su puesto de servicio, sin mirar a las esquinas, ni a sus compañeros, solo deseaba sentarse donde siempre y en un lugar donde ya no quería estar, naufraga de su sufrir solamente volaba a los altos picacho de sus sueños lejanos, en ese planeta extraño donde podía devorar hasta a una manzana gigante, comer a sus anchas, vivir sobre nubes rosadas de algodón dulce para llenarse el estómago a reventar; su extensa adicción a soñar la embargaban de honda y profunda mezcolanza.

Y antes de llegar la maestra al aula escuchaba apenada a sus compañeras de clases, ellas contaban como vivían, habitando en casas bonitas pintadas de verde marina, de azules eléctricos, de amarillo sol y del color naranja del Valle Grey, además decoradas con puertas de oloroso cedro y brillantemente barnizadas, en los portales los aromados jardines inundados por el colorido vivido de hortensias, rosas, girasoles y margaritas,  y entre el diálogo de las señoritas no faltaban los jugosos manjares de piña dulce, gelatinas, budines, tortas de fresa, bebidas calientes, jugos de frutas naturales y las de suntuosas comidas que le abrían el estómago en dos a Karina: guisos, asopados, parrillas, milanesa, terneras tiernas, horneados, pastas, pollo a la brasa, carne de venado, pescados y de tantos bocadillos que le hacían de la boca un turbión al mundo grisáceo de la hermosa Karina.

¿Hey Karina y tú, como le haces? le preguntaban socarrona sus compañeras, obvio, ya no era la Karina del entonces, se veía mal humorada, enclenque, mustia como una cala arrojada a la basura, su mirar turbio perdido en un punto de fuga, era consumida voraz por su ingrato infortunio. Y así quedaba sumida en su misterio integral, nada le importaba y a nada respondía, sus compañeras al ver su despreocupada indiferencia se mofaban, le sacaban la lengua y luego continuaban platicando de esto y aquello con extremada ufanía.
El martes no regresó Karina al colegio, pero no causó impresión, era algo normal que en cierto tiempo faltara a clases cualquier alumno y Karina no era la excepción.
El miércoles tampoco retorno Karina al aula de clases y pasó desapercibida su presencia.

El jueves impregnado de interrogantes pintó una buena impresión y la maestra decidió preguntar por Karina, sin embargo, todos sabían lo mismo, nada. Un silencio acogió el pequeño salón de clases y hasta la misma luz solar que entraba enardecida por las cortinillas protectoras del ventanal de cristal, pareció que se agotó de súbito su luz cantarina, el mortecino umbral escolar se sumergió en una semi penumbra aterradora. En la distancia rural se escuchó el canto supersticioso y augurante de una Piscua. José, uno de los niños, hijos de padres agrícolas, instintivamente le mentó la madre al pájaro captor. La maestra acalorada y avergonzada por la obscenidad del párvulo sorprendida le gritó. ¡Muchacho que falta de respeto ejecutas con tu mala conducta!

El niño inclinó la cabeza en señal de vergüenza y le susurró sollozando a la educando. ¡Perdone usted señorita maestra! es que mi papá siempre cuando voy a la hacienda y canta una piscua le mienta la madre, él dice que cuando canta un pájaro de esa especie augura la muerte. Las palabras deJosé hizo que todos en el salón enmudecieran, de repente el ambiente se oscureció, atronaron como cañones diversos truenos, fulguraron los relámpagos encendiendo por instantes la oscuridad de la tormenta y comenzó el cielo a llorar, fue una lluvia triste, helada y fría como la tristeza de Karina.

La tarde del día viernes fue nostálgica para la zona escolar del pueblo, había llantos y dolor, angustia y sentimientos que afloraban como los sueños lejanos de Karina. La pequeña urna al compás de una música mortuoria iba cubierta de flores y se movía lenta al compás de los dolientes, entre el pequeño sarcófago iba Karina, mas pálida, más triste, sin embargo,  sin los sueños infantiles, de ella  solamente perseveraban los buenos recuerdos, su prisa por marcharse del área escolar y sus esfuerzos por ser una princesa.

Su madre Era Ecuatoriana, su esposo Venezolano había muerto a manos de la inseguridad reinante, sola y sin familia a quien dirigirse, la Madre de Karina se enfrentó a una inflación de un país extraño. Desde la muerte de su esposo no pudo localizar trabajo, tuvo que vivir de la disidencia, lavar ropa y limpiar retretes, obviamente lo poco que conseguía no logró darle un buen sustento al seno de su destruido hogar, especialmente a su amada hija a quien no pudo ofrecer los alimentos necesarios para nutrir su carne, huesos y tendones, la mala alimentación fue generando en la huérfana una anemia crónica y causó estragos intensos en el organismo, a falta de buenos nutrientes alimenticios y de medicamentos se le acentúo una leucemia creciente y el lunes en la tarde cuando llegó de la escuela a su casa ya era demasiado tarde, su enfermedad la carcomía en manera abrupta y voraz.  Sus últimas palabras fueron:

¡ Mami voy a dormir, si no despierto  y si voy al cielo estaré con mi papa y desde allá te enviare saludos. Adiós mamita, te quiero mucho.


Quedase en un profundo sueño y así quedó, yacente, inerte como una hoja, sin vida.



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