Ana de la reguera |
Con el
anhelo más recóndito y voraz como un antropófago de deseos carnales, incidí a
besarla, su néctar cálido y enervante brillaba difuso en sus labios
temblorosos, un deseo incontrolable recorría la punta inquieta de su lengua
querendona y su líquido exquisito se escurría como ungüento ardiente por mis
labios en vigilia.
Pase con
suavidad extrema la punta del dedo sobre aquel hilo de deseos pasionales y
embutido por las sensaciones más profundas, acaricié con delirios perturbadores
la punta de aquella carne viva entre mis dedos, me acercó sus labios
provocadores y cerrando los párpados adormecidos bajo aquel fuego hechicero,
apreté sus labios con furia inédita en los míos, eran sensuales,
aterciopelados, carnosos, un hibrido de tensiones nerviosas, puras, sin
control, sus labios estaban enrojecidos por el roce constante y las frágiles
mordidas enloquecidas que le propinaba con delirios inimaginables. Me sumí
entre un dormitar de sensaciones indescriptibles, mi sistema nervioso estaba a
punto de colapsar.
Cerré aún más
mis ojos con una pasión ininterrumpida y dejé que miles de imágenes eléctricas
se estrellaran en mi mente con
ebullición efusiva. Perdí el control de mi existir y su lengua inundada
de húmeda implosión arrasadora, impulsó que me estrellara de súbito con un cristal
invisible, cual interpretó con violencia imaginaria una bulla ensordecedora.
Un calambre
de fuego se deslizo desgarrador por mi espina dorsal y rasgó con turbulencia el
coxis enmudecido y curtido por el sistema de la pasión intravenosa.
Mi mano
derecha incendiada por millones de cosquilleos ineludibles, se aferró con grosuras inquietantes a sus
mejillas hirviente y la izquierda atrajo con fuerza su cuello por la parte
posterior para traerla enloquecido, era un torbellino frenético, interminable,
inolvidable, efervescente, desbastador y con una consigna bélica viajando frenética
en la sangre: amarla insaciablemente, la dama acalorada por los disturbios
precipitados, explosionaba sujeta a una ternura que se expandía con fuego
arrasador.
El deslizar de
su mano por mi pecho me paralizó el alma, un chorro de emociones nunca antes
sentidas se apoderaron con furia inédita de mi existencia oportunista.
Atrape su
lengua empapada por el sudor de los deseos
y entusiasmada la enroscó con la mía, su frescura a herbal y a menta
alcoholada era alucinante, su fuerza de tracción subyugante me absorbía las
energías del espíritu que ya no tenia y eran de ella, su músculo de contracción
enervante me hacia cerrar los ojos, hasta hacer brotar sabia dulce del cristal
de las lágrimas, su suavidad y succión embargable dominaban mis antojos
enloquecidos, solo deseaba pernoctar en su boca hasta morir anudado de sus
labios húmedos, exquisitos, adictos, frescos como aguas de un rio diáfano y
candentes como lavas de un volcán encendido...
Mientras
transcurrían los segundos, ella tierna, delicada y sustanciosa, desfallecía de
pasión en mis brazos y no sé cuando perdí la razón al quedar embriagado con su
licor de 120º grados.
Cuando logre
volver en sí ella me estaba mirando ahogada de gemiros, llorando incesante sus
sentimientos alborotados y construyendo sensaciones por mantener aquellos
anhelos apasionados y con el sabor de no querer culminar lo iniciado.
Después de un
brevísimo tiempo y de suspiros entrecortados, volvió con violencia desbordada a entregarme de nuevo su boca con
más fuerza enloquecedora.
¡Ah! Es el deseo más intenso que he llevado por
dentro…
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