KARINA
Autor: Eliad
Jhosue villarroel
Cuento creado
para lectura y trabajo de estudiantes de secundaria.
INDICE
1.
Introducción
2. Cuerpo: Karina
3.
Conclusión
1. Introducción:
Karina es un cuento, objeto de una situación socio política. Una alta
inflación en un país puede otorgar a sus habitantes incomodidades infructuosas
y si se acompaña con una inseguridad reinante es otra opción aterradora. La
falta de nutrientes en un cuerpo puede ocasionar múltiples estragos al
organismo y es de allí donde parte la historia, Karina es parte de una tragedia
inesperada, forzada, política y cultural, su causalidad proyectada por
circunstancias de pobreza inducida y sembrada, puede ocasionar problemas entre
entornos específicos: instituciones, hogares y otros, así como la influir en la
interfaz escolar y del rendimiento personal del estudiantado.
Aminoraba la tarde de un día viernes y Karina soñaba con ser una
princesa. El aula ese día estaba un poco concurrido por sus compañeros de
clase, su maestra la señorita Antonia, conocida popularmente como Toña impartía
clase de matemática y mientras transcurrían los minutos, emergían con fluidez los
sonidos fonéticos de los números a través de la paciente voz dulce de la
educadora. Mientras Toña explicable con delicadeza, Karina soñaba despierta
sumergida en un mundo de fantasía improvisada,
tanto soñaba hasta que lánguida y desgastada se quedaba dormida sobre la
mesita que usaba como pupitre.
¡Karina, Karina despierta niña! Y entonces la pequeña abría sus ojos
dulces, grises, rasgados como el de los asiáticos y profundamente tristes.
¡Que! ¡Que!...Repetía embutida entre su universo infantil inundado de cuentos
de hadas. ¿Estas dormida otra vez mi dulce Kari? La pequeña sintió que una mano
se posaba en su hombro. ¿Qué te pasa hija linda? Hace seis meses atrás eras una
niña muy despierta, inteligente, conversadora y diligente, sin embargo,
últimamente te quedas dormida sobre la mesita de estudio, andas retraída,
triste y estas bajando mucho de peso, estas tan delgada como una vara de espiga
de caña brava.
Karina guardó silencio, una quietud sepulcral la sumió en un mutismo
inseguro y luego de balbucir lo que nunca podía exclamar, lloró, lloró gruesas lágrimas cuyas rodaron con un
torbellino de emociones por sus pálidas mejillas. ¡No llores corazoncito! le
dijo la maestra, ve a casa, dile a tus
padres que te den leche, carne, huevos, pescado y bastante frutas, las necesita
como nutrientes para que te hagan fuerte, inteligente y sobresaliente. ¡Te
espero el lunes querida mía!
Karina tomó sus libros, los introdujo en su morral y dando traspiés soñolientos
se alejó entre la muchedumbre escolar.
El lunes temprano llegó al área escolar con el semblante más adherido a
la melancolía, su piel se veía reseca, sus labios y rostro de color
blanquecino, sin vida, su pelo castaño había perdido su brillo, su cuerpecito
se veía más famélico y tembloroso, sus ojos hundidos demarcaban una honda pena
y sus labios sin brillantez se asomaban desleídos, apenas dejando entrever el
estertor de un frío y húmedo quebranto.
¡Pobrecita Karina! doblegada a su destino apenas daba cortos pasos, su
lastimero caminar parecía arrastrar cien años de soledad sobre su pequeña
espalda, su mirada languidecía mirando eternamente la textura del piso, así se
unió a la cola de sus compañeros y en su nimio mundo de quimera entró rezagada
al aula de clases, directo a su puesto de servicio, sin mirar a las esquinas,
ni a sus compañeros, solo deseaba sentarse donde siempre y en un lugar donde ya
no quería estar, naufraga de su sufrir solamente volaba a los altos picacho de
sus sueños lejanos, en ese planeta extraño donde podía devorar hasta a una
manzana gigante, comer a sus anchas, vivir sobre nubes rosadas de algodón dulce
para llenarse el estómago a reventar; su extensa adicción a soñar la embargaban
de honda y profunda mezcolanza.
Y antes de llegar la maestra al aula escuchaba apenada a sus
compañeras de clases, ellas contaban como vivían, habitando en casas bonitas
pintadas de verde marina, de azules eléctricos, de amarillo sol y del color
naranja del Valle Grey, además decoradas con puertas de oloroso cedro y
brillantemente barnizadas, en los portales los aromados jardines inundados por
el colorido vivido de hortensias, rosas, girasoles y margaritas, y entre el diálogo de las señoritas no
faltaban los jugosos manjares de piña dulce, gelatinas, budines, tortas de
fresa, bebidas calientes, jugos de frutas naturales y las de suntuosas comidas
que le abrían el estómago en dos a Karina: guisos, asopados, parrillas,
milanesa, terneras tiernas, horneados, pastas, pollo a la brasa, carne de
venado, pescados y de tantos bocadillos que le hacían de la boca un turbión al
mundo grisáceo de la hermosa Karina.
¿Hey Karina y tú, como le haces? le preguntaban socarrona sus
compañeras, obvio, ya no era la Karina del entonces, se veía mal humorada,
enclenque, mustia como una cala arrojada a la basura, su mirar turbio perdido
en un punto de fuga, era consumida voraz por su ingrato infortunio. Y así
quedaba sumida en su misterio integral, nada le importaba y a nada respondía,
sus compañeras al ver su despreocupada indiferencia se mofaban, le sacaban la
lengua y luego continuaban platicando de esto y aquello con extremada ufanía.
El martes no regresó Karina al colegio, pero no causó impresión, era
algo normal que en cierto tiempo faltara a clases cualquier alumno y Karina no
era la excepción.
El miércoles tampoco retorno Karina al aula de clases y pasó desapercibida
su presencia.
El jueves impregnado de interrogantes pintó una buena impresión y la
maestra decidió preguntar por Karina, sin embargo, todos sabían lo mismo, nada.
Un silencio acogió el pequeño salón de clases y hasta la misma luz solar que
entraba enardecida por las cortinillas protectoras del ventanal de cristal, pareció
que se agotó de súbito su luz cantarina, el mortecino umbral escolar se
sumergió en una semi penumbra aterradora. En la distancia rural se escuchó el
canto supersticioso y augurante de una Piscua. José, uno de los niños, hijos de
padres agrícolas, instintivamente le mentó la madre al pájaro captor. La
maestra acalorada y avergonzada por la obscenidad del párvulo sorprendida le
gritó. ¡Muchacho que falta de respeto ejecutas con tu mala conducta!
El niño inclinó la cabeza en señal de vergüenza y le susurró
sollozando a la educando. ¡Perdone usted señorita maestra! es que mi papá
siempre cuando voy a la hacienda y canta una piscua le mienta la madre, él dice
que cuando canta un pájaro de esa especie augura la muerte. Las palabras deJosé
hizo que todos en el salón enmudecieran, de repente el ambiente se oscureció,
atronaron como cañones diversos truenos, fulguraron los relámpagos encendiendo
por instantes la oscuridad de la tormenta y comenzó el cielo a llorar, fue una
lluvia triste, helada y fría como la tristeza de Karina.
La tarde del día viernes fue nostálgica para la zona escolar del
pueblo, había llantos y dolor, angustia y sentimientos que afloraban como los
sueños lejanos de Karina. La pequeña urna al compás de una música mortuoria iba
cubierta de flores y se movía lenta al compás de los dolientes, entre el
pequeño sarcófago iba Karina, mas pálida, más triste, sin embargo, sin los sueños infantiles, de ella solamente perseveraban los buenos recuerdos,
su prisa por marcharse del área escolar y sus esfuerzos por ser una princesa.
Su madre Era Ecuatoriana, su esposo Venezolano había muerto a manos de
la inseguridad reinante, sola y sin familia a quien dirigirse, la Madre de
Karina se enfrentó a una inflación de un país extraño. Desde la muerte de su
esposo no pudo localizar trabajo, tuvo que vivir de la disidencia, lavar ropa y
limpiar retretes, obviamente lo poco que conseguía no logró darle un buen
sustento al seno de su destruido hogar, especialmente a su amada hija a quien
no pudo ofrecer los alimentos necesarios para nutrir su carne, huesos y
tendones, la mala alimentación fue generando en la huérfana una anemia crónica
y causó estragos intensos en el organismo, a falta de buenos nutrientes
alimenticios y de medicamentos se le acentúo una leucemia creciente y el lunes
en la tarde cuando llegó de la escuela a su casa ya era demasiado tarde, su
enfermedad la carcomía en manera abrupta y voraz. Sus últimas palabras fueron:
¡ Mami voy a dormir, si no despierto
y si voy al cielo estaré con mi papa y desde allá te enviare saludos.
Adiós mamita, te quiero mucho.
Quedase en un profundo sueño y así quedó, yacente, inerte como una
hoja, sin vida.
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