30/11/14



GENTE DE YAGUARAPARO

"RADIO VERGA E BURRO".
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


Hace muchos años, el querido y popular Milloco en su lozana juventud, decidió realizar un curso de electrónica por correspondencia.

El cupo para hacer el curso lo localizó en los cuentos de Kalimán, siempre venían de sopetón publicitario o de promoción, en igual no faltaban en los distintos suplementos que pululaban en el pueblo, historietas litografiadas tales como: Tarzán, Turok, El llanero Solitario, TawaTawa, El Valiente, Juan sin Miedo, Tamakun, Superman, Los Super Héroes, Santo el Enmascarado de Plata, El Cuervo Azul, El Pato McDonald y de tantos otros que eran frecuentados por la mayoría de la población a falta de Televisión o computadoras.

Recibiendo el tutorial de enseñanza a distancia, el joven inteligente aprendió con premuras aquel curso que le adiestraría como Radio Técnico. Al paso de los días y en soledad fue aprendiendo lo que era un tubo de rayos catódicos, la ley de ohm y de cada componente que podía hacer funcionar a una frecuencia de emisión electrónica.

Y sin ton ni son, Milloco se desencantó por la radiofonía y la radiofrecuencia, el espectro lo poseyó y construyó una radio, era inevitable para concretar sus sueños, con el objetivo de emitir su voz más allá de las fronteras del pueblo.

El día que terminó su creación radioeléctrica, emocionado recogió su perolero y con el corotero metido entre un saco se fue camino del río, emboscado y entre las sombras de la tarde se ahuecó entre el denso follaje del sotobosque, guareciéndose bajo las ramas de un hermoso Bambú que crecía a las orillas del remanso del Río Yaguaraparo.

Colocó una antena improvisada en lo alto de una vara de bambú, después acomodó y organizó la radio frecuencia. Carcomido por la curiosidad y la grandeza, manipuló cada bobina como lo había aprendido del curso. Cuando todo estaba listo, encendió el equipo y tomando el micrófono comenzó a trasmitir lo que le venía quemando en su pensamiento, cantó el himno nacional, saludó a sus amigos, echo broma a granel, sin embargo, algo nunca funcionaría con aquella emisora naciente que se oía en todos los radios del pueblo. En el colectivo pueblerino había euforia, sorpresa, inquietud y admiración, pero todo se volvió un aguafiestas, hilaridad e indignación cuando Milloco dijo el nombre de la emisora doméstica. ¡Radio verga e burro! la vergataria de Yaguaraparo.

Aquello conmocionó la sociedad del pueblo, pues la palabra compuesta vergatario era una obscenidad, en igual la palabra verga tomada del coloquio pueblerino, significa pene.

LA GN y la Jefatura Civil hicieron una búsqueda intensiva, hasta que lograron en el ocaso de aquel día localizar al Locutor de la emisora Radio verga e burro, la vergataria de Yaguaraparo.

Milloco estuvo detenido varios días y aquel percance quedó para la historia del pueblo.






G
LA GRAN OPORTUNIDAD


Juan José Beltrán salió ese día viernes muy temprano a laboral,el trayecto hasta la empresa lo realizó caminando, casi un kilómetro y medio de distancia, ese día había amanecido solamente con 50 BF en el bolsillo dispuesto para el desayuno, un desayuno que le ayudaría a soportar toda una jornada de arduo trabajo y hasta que al final del día viernes,  pudiera cobrar la semana de labores.

Caminando y sudando copiosamente vio en el piso un billete de 10 y otro de 15 BF. Entre regañadientes maldijo su mala racha y mascullo airado. ¡Ni siquiera son dos de cien Bolívares! ¡Qué mala suerte de pulgas tengo! mirando los dos billetes como gallina que mira sal, mal humorado continuó rumbo al trabajo.

Antes de laborar entraba a la cafetería, allí se podía resolver con un 3en1 y una arepa rellena con lo que quisiera, la arepa costaba 50 y el tres en uno 20, pero solo portaba ese día en el bolsillo 50 para la arepa. Algo inesperado le cambiaría la rutina de las semanas, no esperaba que ese día casualmente la arepa rellena aumentaría en 65 BF. 

Juan José por más que regateó con el servicio para que le dejaran la arepa rellena por 50 BF, irremediable recibió un NO rotundo tras otro no, eran órdenes de la administración y ellos no podían hacer absolutamente nada por solventarse el problema de rebaja. Por momentos sintió ganas de destruir el local y caerle a palos a todos los del servicio. En ese instante de ira se le encendió el bombillo y  recordó de los 15 BF que había visto abandonados en la calle.

Salió a empellones de la pequeña cafetería y corrió como demonio que lleva el diablo intentando llegar lo más pronto al sitio del codiciado tesoro. Cuando estuvo en el lugar exacto del condenado hallazgo solo encontró hojas y papeles y por más que hurgó, registró y buscó no pudo hallar los dos billete abandonados. 

Regresó a su trabajo con una cara de amargado y sin poder evitar su desgracia.  Entristecido pasó todo el día trabajando y con el estómago pegado del espinazo.  Después que cobró su sueldo semanal se fue directo a casa con un hambre que torturaba con matarlo. Cuantas veces mientras laboraba se lamentó de haber despreciado aquellos dos insignificante billetes de 5 y 10 BF, fue el peor dia de su vida laborable, el sol lo acribillo, fue un día de ayuno, una hambre tortuosa que las tripas amenazaban con devorarlo desde adentro hacia afuera. 

LAS OPORTUNIDADES AUNQUE SEAN INSIGNIFICANTES PUEDEN VALER MUCHO, NUNCA DEBEN DE ABANDONARSE U OLVIDAR, QUIZÁS CUANDO QUERAMOS RESCATARLAS PUEDE OCURRIR COMO A JUAN JOSE, SERÁ DEMASIADO TARDE. 




25/11/14

LA PANTALETA ROJA
Snezhana Royce, su pantaleta roja y sus 20 años de sabrosa hermosura
Hace años atrás tuve la oportunidad de conocer a una chiquilla, era hermosa, tierna, sus rasgos eran muy finos, su forma de ser era agradable y educada, parecía haber surgido de un rango intelectual muy elevado o perteneciente a la sangre azul.

Siempre recuerdo, en aquellos tiempos remotos le temíamos a las chicas que eran frágiles y lindas, nuestro temor nacía arraigado por su excelente belleza, pensábamos por esta causa egocéntrica, que podíamos ser rechazados como perros callejeros. 

Esta inquietud nos producía cosquillas en la memoria y nos auto marginada inevitable, nos imaginábamos que nos rechazarían al instante, nos sentíamos como plagas cerca de la miel y el mata mosca.

El día que decidí acercarme a su agradable persona, era una tarde de esas que deslumbran por su bulliciosa muchedumbre, la calle estaba inundada de peatones exhaustos, todos en sola mezcla alborotada, entre ellos las damas muy monas que dejaban detrás de sus pasos, distintos aromas de perfumes que envenenaban el ambiente con su mezcolanza.

Sin embargo, al verla precipitadamente perdí la noción del tiempo y mi timidez me encegueció a mansalva, nunca me di cuenta el tiempo preciso que transcurrió en ese instante de embeleso y de lo que acontecía a mi alrededor, de súbito todo se volvió oscuro y en cámara lenta, solamente contemplaba frente a mis ojos, un punto nebuloso que se fugaba sin final de mi memoria perturbada.

Al contemplar sus piernas de ébano blanco, agradables a la vista y exquisitas a la retina encandilada, mi imaginación voló a mil por segundo y como cualquier chico de esa edad, imaginé ver entre su faldilla ajustada un pubis frondoso, cuyo bollo sustancioso y delicado estaba bien resguardado bajo aquel pedacito de tela caliente, de a cuartilla, casi a punto de reventar, eso me ponía la piel de gallina y el corazón me golpeaba con banderolazos volcánicos.

Algo me dijo internamente ¡corre! sin embargo, mis piernas temblorosas no respondieron al grito de terror que blandía mi corazón, ablandado como fréjol en olla de presión y con los latidos carcomidos insidiosamente por ondas desenfrenadas, cuales parecían desparramar turbulenta una catarata en chorros arremolinados. Aquel fragor incendiado, parecía que me iba a reventar la arteria coronaria en millones de partículas enloquecidas.
 
¡Diablos! murmure casi en un sollozo asfixiante y enmudecido por aquella efigie, efectué dos traspiés casi arrastrando los zapatos y sin darme cuenta tropecé con un maldito hoyo que estaba justo en el centro de la acera, un medidor de agua que carecía de la bendita tapa protectora.

No pude hacer absolutamente ningún tipo de cabriola para salvarme de la tragedia y mi pie se fue derechito al hoyo, dando el gran trastazo y poniendo la torta, inducida por mi desagradable timidez juvenil.

El porrazo fue horrible, fui a parar al quinto infierno y rodé por los mil diablos hasta chocar debajo de sus adorables piernas contemplando todo lo que existía debajo de la falda de corta. 

¡Por bandón! ¡Qué vista! Tenía una "pantaleta" roja, un gigantesco bollo tierno y esponjado y un letrero encerrado en un corazón bordado que decía: "cómeme".

EL TRAVESTÍ Y CEFERINO CIENFUEGOS


Cierta noche oscura y sin luna, Ceferino Cienfuegos, hombre mujeriego, aventurero y parrandero, se allegó desbordado de placeres mundanales a un Bar tipo Discoteca, localizado en el Centro de Caracas, en la Capital de Venezuela. 

Cuando tenía tres horas en aquel ambiente de vicios y tertulias, ya estaba bajo algunos tragos y el cuerpo le urgía alguna chica para compañía. 

Estaba distraído escuchando la música ambiental, cuando observó hechizado como entraban tres hermosas damas, se sintió un caballero conquistador y pensó ir al baño con la intención de conquistar a la más bonita, una rubia de ojos verdes, con sendas tetas, tremendo caderón y unos glúteos de película, estaba bien trajeada y de paso con una mini falda que le dejaba entrever hasta la raíz de su almohadilla. 

Ofuscado por los efectos del licor, su sangre envenenada por los placeres de aquella bebida de fuego que le indujo cierta valentía, se decidió arrimarse a la candela y antes de la medianoche ya tenía a aquella dama haciéndole compañía en su mesa. Entre cigarrillos, chascarrillos, sorbos entrecruzados de bebidas y besos sin discreción, la cuestión paso al baile y del baile a un taxi y de un taxi a un hotel de poca monta. 

Cuando llegaron a la puerta de la habitación aquello era incontrolable, la pasión los envolvía entre un torbellino de locura incendiada y los “jamones” de lenguas anudada se escuchaban como casquillos en la distancia, las "agarraderas" de tetas y de nalgas eran una contante, pero tocar el bollo tierno y esponjado de la moza, nada, era el plato para la entrega total, así lo entendió Ceferino, estaba mañosa y le daba de manos cada vez que intentaba tocar su suave almohadilla, cuya estaba guardada bajo un blúmer de seda gruesa y delicada. El bollo tierno y abultado aquel que recordaba con ansias violentas, un recuerdo profundo que lo había hipnotizado en la Discoteca, recordaba en vivido esplendor a la hermosa mujer cuando entrecruzaba coqueta sus lindas piernas y le enseñaba el codiciado montículo de venus forrado con aquella tela de seda.

Cuando por fin se arremolinaron como salvajes en la cama, ella se postro en cuatro y le dijo que se lo enterrara con fuerzas por su ano que estaba por estallar de ganas, se le afloraba como una flor de azalea y que se hinchaba deseando que la atravesara. Para que no le tocara la araña, le dijo que tenía la menstruación, sin embargo, eso no le mermaba los deseos que la hacían vibrar hasta la médula con intensidad inesperada. 

¡Hazme tuya varón! Eres mi caballero, entiérrame tu espada que me rompa toda, me traspase la garganta y me salga por la boca. 
Le grito entusiasmada con las venas vuelto un bojote de sangre envenenada. 
¡Apaga la luz que me derrites! ¡Cógeme por favor! me tienes excitada al máximo ¡Te deseo dentro de mí! después te haré una buena mamada que te subirá al cielo.

Y terminando aquella charla frenética para entrar al acto coital, Le susurro suave y melosa la bella dama: 
Me encantan las penumbras para hacer el amor contigo. ¡Apaga la luz amorcito corazón! 

y así lo hizo el incauto, sintiendo por sus mejillas acaloradas, descorrerse alborozado un río de lunares de sangre alborotada. Cuando se montó para cabalgar en aquella yegua desbocada, enloquecido de deseos que lo torturaban, cegaban, trastocaban la lucidez emocional y le hacían volar sin tener alas, sin pensarlo dos veces, apresurado le apretó el bollo que tanto anhelaba coger entre sus manos e ingrata fue su sorpresa al escuchar dos grititos simultáneos, el de ella al ser descubierta y el de el mismo al descubrir el macabro hallazgo, al tocar algo duro que se estiraba, peludo y con dos bolas que colgaban. 

¡El c… de tu m... eres un sucio maricón! 
Vociferó enardecido y enfurecido encendió la luz, desesperado contempló absorto una visión perturbadora y desagradable, cuya le desposó de su borrachera y encanto que le hechizaba y pensando a cien por minutos en su hombría rota, se imagino en segundos el chalequeo que sería fruto por parte de sus amistades más queridas y conquistas féminas. Lo tomo por el cuello mientras el suplicada y pedía perdón por la escena tornada, Ceferino endemoniado lo estrujo lo más que pudo y empujándole violentamente contra la pared, le gritó desaforadamente. 

¿Por qué no me dijiste nada? 
¿Por qué no me aclaraste que eras un travestí? 
¡Perdóname! 
Gritaba el homosexual, mientras Ceferino airado en todo su haber y sintiendo la pérdida de su dignidad varonil lo zarandeaba, le zurró tres derechazos tipo Roky Balboa que lo mandaron a la porra, cayendo patas arriba sobre la cama y luego fue a parar al suelo rodando como una zorra acosada, luego le propinó una zurda arremolinada tipo Muhamab Ali en un ojo que casi lo mata, este golpe lo envío al final de la habitación, llevándose con gran estrépito lo que por el medio encontraba y finalmente una fulminante patada voladora a manera de las golpeadas de El rey Pele, cuya lo mandó a correr desnudo hacia las afueras del hotel, como alma que lleva el diablo. 

Ceferino se fue del Barrio Petare de la ciudad de Caracas, durante años nadie lo ha vuelto a ver. Al Travesti siempre se le veía en las esquinas oscuras de las barriadas de Caracas, buscando a quien devorar. Hace años murió de Sida, sin embargo, nadie lo lloro o lo recuerda, pero al Gran Ceferino si, la gente en una oscura interrogante se preguntan si Ceferino despareció del mapa a causa de su vergüenza o quizás había fallecido a causa del mismo mal infecto contagioso, contaminado por el travestí. A Ceferino muchos todavía lo esperan para chalequearlo, pero se morirán con las ganas. 

Aun a pesar de los años pasados, en el barrio recuerda bien a un hombre que creía en el honor y la caballerosidad, un varón de respeto y mujeriego que no se sabe hasta la actualidad donde está sumergido. 

Si lo ves me lo saludas, se llama Ceferino y vivía en Petare.

LA VELOCIDAD DE UNA FLECHA ES TAN MORTAL COMO UNA BALA

La velocidad de una flecha depende del arco, del material que está elaborado, si el estado físico del material es tenso, con una dureza elástica fuerte, las flechas al salir disparadas pueden ir como un saeta violenta muy ligera, incluso puede rasgar el aire, romperlo en partículas a su paso y dejar esquirlas del viento roto disgregado en todas direcciones. Una flecha con una punta con un buen acabado final de afilado y amolado, marchando a una velocidad de 250 Km/h podrá atravesar inevitablemente lo que consiga a su paso, bacterias, insectos, pequeñas cortezas de polvo y hasta a la misma luz podrá darle un corte limpio y perfecto. 

Si el hilo de despedida del disparo esta hecho de un material blando, lógicamente ira más despacio y hasta un insecto podrá rebotar y sobrevivir a su embestida desfavorable, el alcance puede ser quebrado y su blanco inútil, una tragedia insultante para el interprete o arquero. . 

Sin embargo, un disparo certero, planificado y con pericia, tendrá que tener otro motivo diseñado a partir del material de la cuerda, su poder de tracción, calentamiento, estiramiento y de la energía inducida para catapultar con gran precisión el disparo soñado o anhelado. 

Entre estos parámetros coexisten: la postura del arquero, la mirada donde pongo el ojo pongo la flecha, las fuerza muscular tiene que ser muy activa, la posición de los dedos y de las manos debe ser muy municiona y tenaz, sin temblores, la posición de la cabeza debe ser eximida, el cerebro debe convertirse en un botón accionado para todo el cuerpo, los nervios deben de ser de acero puro, la altura del arco debe ser primordial y meticulosa, la nobleza de su estado físico, la robustez de su construcción y la fortaleza para soportar la jalada de la cuerda para la catapulta. 

Algunos Arcos suelen ser nobles y tienden a arraigar energía al doblarse un poco para afincarse con la cuerda de disparo, esto hace un engatillamiento honorable, arco y flecha se fusionan como esposo y esposa y con gran poder aceleran un proceso contundente y victorioso al disparar, el blanco será justificado y exacto, no habrá falla alguna y este anudamiento será recompensado con un éxito máximo y apreciable. 

Si el arquero es del genero de los domésticos podrá disparar una flecha entorno a los 150 km/h, si es regular o máster podrá catapultar a los 230 - 280 km/h y si es un profesional más de 280 km/h. Una persona que logre impulsar los 350 km/h seria bestial, y por último, inducir una flecha a la velocidad de Smith & Wesson Modelo 500, cuya dispara una bala de 26 gramos a 549 m/s o 1976 km/h, seria heroico, creo que ningún hombre lo lograría en el planeta, es imposible. 

Una flecha disparada a la velocidad de Smith & Wesson Modelo 500 traspasaría a un cuerpo humano y si es justo en el corazón lo haría limpiamente, el receptor no sabrá ni cuando la puntiaguda rama mortal le atravesaría, no rasgaría su carne ni un apéndice y al salir solo le dará un suave coletazo con su pluma timonera, incluso el deslizar entre la carne y tendones el recibiente sentirá un pequeño golpe sin rebotes o vibraciones y le produciría un infarto letal instantáneo, cerraría sus ojos y caería de bruces en manera violenta, morderá el polvo en segundos y quedará yacente para no levantarse de nuevo. 

En los juegos olímpicos pasados la mayor velocidad alcanzada por una flecha fue de 240 km/h.
CUANDO EL MUNDO SE VENGA ABAJO VIVIREMOS EN UNA MATA DE MANGO


Cuando el mundo se venga abajo, me treparé a una mata de mango con mi amada y viviré con ella en sus frondosas ramas. Mientras contamos las estrellas durante las noches de luna, charlaremos solamente sobre los dos, dejaremos atrás los malos tiempos y nos olvidaremos de los inútiles y amargos.

Cada día haremos nuestro pequeño refugio en el árbol de mango, comeremos de sus frutos y para calmar la sed beberemos de las lágrimas del cielo, cuando no se precipite alguna lluvia pasajera,  tomaremos del agua de roció que se asientan en  sus hojas y así podremos mitigar nuestra sedentes. De tarde en tarde haremos de las sombra de sus hojas nuestras delicia diaria, así evitaremos que el sol nos queme con su calor intenso y abrasivo.

Cuando se acabe la cosecha de mango nos alimentaremos de sus hojas, cuyas serán una ensalada deliciosa a nuestro paladar. En la rama más alta haremos nuestro nido y nuestra casa, en ese espacio discreto y solitario viviremos una y mil noches de amor y ternura infinita, no tendremos temor que persona alguna intente hacernos daños, ella y yo, yo y ella nada más solitarios en un mundo de paz y silencio, sin tener que oír lamentos sangrientos, guerras aterradoras, noticias crueles, envidias, mal de amores, violencias domésticas, violaciones, corrupciones, huelgas, lamentos de carcelarios y más que todo, el llanto de niños desamparados y golpeados; seremos ella, yo, la mata de mango y los pájaros.

 Sé que vendrán algún día los pájaros de algún lugar desconocido y harán sus nidos en nuestro árbol de mango, disfrutaremos de sus trinos y nos alimentaremos de algunos de sus huevos. Cuando tengan polluelos podremos disfrutar de un asado de palomino o de azulejo con salsa de mango dulce.  Al paso del tiempo, Intentaremos que nuestra pequeña ecología se mantenga en un equilibrio constante, cuyo mantenga nuestro amor en manera permanente.


Cuando se venga la mata de mango al precipicio, nos vendremos nosotros también abajo y la esperanza del amor en la tierra se perderá para siempre…
UNA BALA ALOJADA EN MI CABEZA

”La velocidad del sonido es de de 343 m/s en el aire a 20º, por eso la mayoría de las pistolas son “Subsónicas, como la Smith & Wesson Modelo 500, la pistola más poderosa fabricada, dispara una bala de 26 gramos a 549 m/s o 1976 km/h”

Aquí donde ustedes me ven, enterrado en una pena que no se me lava ni con el amor, estoy agonizando, es como enervar un réquiem por mi solitario mundo y echar pompas de jabón a mi secreto, ya puesto con tapa y sus crucifijos, flores y velas encendidas, en un ataúd que huele a cera derretida, a parafina y a mi muerte premeditada.

Mi única razón de vida es una mujer, es como una bala la Smith & Wesson Modelo 500, la pistola más poderosa fabricada, cuya dispara una bala de 26 gramos a 549 m/s o 1976 km/h. ¿Qué razones tendría para tenerla incrustada en mi cabeza? pues muchas, y no es para cantar una serenata a la luz de la luna llena o ponerme a silbar como loco a la orilla del mar, mi única compañera me está matando, me está arrimando a la candela y quemando entre un infierno en llamas, sofocante, delirante, agónico y para que ustedes se cercioren, es una bala alojada en mi cabeza, su velocidad a 1976 kilómetros por segundo impactó seco en mi cráneo, lo volvió trizas, se estrelló contra el parental izquierdo y rebotó en el derecho y haciendo una semi curva se estacionó violenta en el centro de la masa gris, cuando esto sucedió todo se volvió oscuro, no era necesario pensar, ese no era el caso, el caso era sentir el peso del cobre candente entre los sesos, su balance, su desprendimiento, el rasgar con tracción la masa ósea y romper sus neuronas que se asfixiaron probando el sabor de aquel metal al rojo vivo, el cual hizo un ruido seco al anclarse entre la humedad de mi cerebro, igual como cuando hunden un hierro candente en agua fría.

No estaba en el Vietnam cuando ella apretó el gatillo con saña, ni siquiera pestañeo o me dio tiempo para preguntarle su actuación, solo vi su hermoso rostro hundirse placentero en mi último pensamiento, antes que se estrellara aquel plomo cobrizo en la piel y huesos de mi cabeza, sin embargo, recuerdo nítido sus ojos, eran marrones como la de una pantera en celo, brillaron como el destello de súbito de su Smith & Wesson Modelo 500, la pistola más poderosa fabricada, su iris se empequeñeció como el obturador de una videocámara y luego sus labios se abrieron, yo no pensaba que iba a tener aquella convicción tan acelerada en mi corazón cuando los vi, su rojeó me envolvió por instantes entre una pasión enloquecida.

Viví siempre pensando en que morirá de otra manera, amarrado a las viejas circunstancias de la tristeza y en caminos carreteros desandando panoramas desconocidos, soñaba con el amor, pero el amor no caminaba a mi lado y mi sombra siempre iba detrás de mí, aunque el sol estuviera a mi espalda, era difícil entender que me había convertido en mi propio tirano, en el caudillo de mi desolación y de mi desandar en la locura.

Pero no me arrepiento de haberme convertido en mi propio dictador, no era para menos, los amores que tocaron a mi puerta se habían marchado de mi soledad y en lugar de ella me habían dejado el silencio, no quiero pensar en ese pretérito absurdo en este momento, pero la bala que se aloja en mi cerebro pesa y me duele en todo el cuerpo…

Pero saben una cosa amigos y amigas mías, siempre soñé morir de esa manera, a manos de la mujer que siempre soñaba con amarla con dilección extrema, no importando el que dirán o quizás desandar entre los más bajos fondos del mundo para hallarla, y la encontré entre el olor a pólvora aromada con su perfume de gala, porque su pistola es su corazón hirviendo y la bala de 26 gramos que disparó una velocidad de 549 m/s o 1976 km/h y quedo alojada en mi cerebro, es EL AMOR, su amor, nuestro amor. 

Estoy muerto de alegría, de tantas cosas que hacen de mi existencia una urna milagrosa de vida, donde caben todas las cosas hermosas que pueden darse una sola vez en la existencia y esa dama tan hermosa y noble lo es… ¿Qué más puedo escribir? su bala está en mi cabeza y ya es imposible de sobrevivir a su poderoso impacto, estoy agonizando, muerto de amor por ella…
LA GUITARRA DE ANTONIO
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia

     La guitarra de Antonio era un instrumento de viejos recuerdos, un baúl de emociones o quizás un álbum de fotografías únicas e inolvidables.

     La guitarra del Maestro Antonio Caraballo era el instrumento más famoso en el pueblo de Yaguaraparo, su textura, pintura, desconches, desgaste y hasta la mínima cuerda eran reconocidas por el colectivo.

    Aquella guitarra famosa en sus tiempos fue un instrumento que cantaba al lado de su maestro, eran como uña y carne, amantes de la noche que se colaban bajo el suave manto de la luz de la luna para llevarle serenatas a las señoritas más bonitas del pueblo. La guitarra tuvo la fortuna de conocer cada amante de su maestro, de saborear las pasiones más intensas, las tertulias más exquisitas y los romances más profundos de Antonio, el cual cargaba bajo brazos a su guitarra cantarina para donde se trasladaba, eran inseparables, se habían fusionado con el tiempo.

     Sin embargo, Antonio después de una conquista o de las tremendas peas que agarraba, abandonaba a su guitarra en cualquier lugar. Para su bien el colectivo la localizaba en las puertas de las casas, en los bares, cantinas, baños públicos, a orillas de ríos y hasta en las calzadas.

     No era de extrañar que la guitarra siempre volvía a casa a pesar de no tener pies con que andar, era un instrumento que respetaban, querían y amaban, su dueño era muy popular y apreciado por sus cualidades, caballerosidad, forma de ser y controlar con su guitarra y su voz las parrandas mas inolvidables del pueblo.

    Después que obtuvo la conquista de la hermosa Eloisa con quien contrajo nupcias, perdió a su otra amada, a la guitarra, cuya terminó en el contenedor de basura hecha añicos por su última conquista.... 
Razón tenía Eloísa de celar a tan aguerrida contendora, el instrumento de cuerda.
LOS ENTIERROS MALDITOS

Después del fallecimiento de varios de los Ruices Oduardo en Yaguaraparo y la marcha de sus descendientes de vueltas a España, surgieron otros colonos atraídos por la fertilidad de las tierras, surgiendo apellidos como: Gómez, Venturini, Borgo, los Felce y los Ravelo.

Surgieron en la faceta del ambiente pueblerino, “señores” de la época, compradores y fundadores de grades extensiones de terrenos, cuyos al enriquecerse emigraban a otros lugares para disfrutar de sus fortunas.

Como no existían bancos financieros en aquella época, cuantiosas fortunas en oro (morocotas), plata y otras de cobre, eran depositadas en baúles de madera de cedro, cazuelas o “tinajones” de arcilla cocida. Estas riquezas eran guardadas celosamente por sus propietarios, cuyos a veces la enterraban en un sitio determinado y marcado “por si las mosca” se extraviaba en la oscuridad de la tierra.

Al fallecer el dueño del tesoro o de súbito por accidente, enfermedad, asesinado o por otra incidencia, el tesoro oculto se perdía, quedando al transcurso a expensa de quien lo encontrara primero.

A partir de los años 1950 los entierros en la población de Yaguaraparo, comenzaron a ser descubiertos en sus adyacencias, convirtiéndose esta manifestación en una tradición popular, codiciada y terrorífica.

Para poder tener posesión de un entierro había que ser designado por el espíritu del difunto que en otrora fue dueño de la fortuna enterrada. Comentaban que el muerto desandaba en pena y para tener descanso eterno, tenía que entregarle su tesoro a un elegido, porque el entierro pasaba a ser maldito si era guardado en las entrañas del suelo.

El difunto se le aparecía en sueños y visiones al elegido, explicándole con detalles donde estaba el entierro y le anexaba a sus apariciones constantes, ciertas instrucciones, con la finalidad que su alma descansara en paz. El elegido quedaba en el deber de efectuarle 30 misas después de haber sacado la pequeña fortuna. Otra razón para realizar las misas era de acuerdo a la riqueza en general del entierro.

Si el elegido no cumplía con el convenio, misteriosamente perdía fácil el dinero y quedaba en la ruina, algunas veces moría en forma misteriosa y en accidentes dantescos y siniestros sus amados más cercanos.

Este acontecimiento asombroso y totalmente real pasó a ser una tradición en el quehacer cultural del pueblo y se extendió la fama del hecho folclórico en toda la región. Esta manifestación del tesoro, cual había que sacarlo a media noche, fue dividido en dos maneras: el entierro maligno y el entierro benigno.

El primero consistía en que tenían que ir dos o tres a sacar el entierro, convidados por el elegido y donde el muerto imponía las reglas:
“Vayan dos y venga uno”
Ó “vayan tres y vengan dos”
El segundo entierro o el benigno se constituía generalmente en las 30 o más misas.

(Esto es un relato basado en la vida real)
EL ENTIERRO MALDITO
Terror a media noche

Eran las tres de la tarde.
Manuel Sucre lucía su traje dominguero, calzaba alpargatas suela de cuero y tapaba su brillante calvicie con un sombrero “pelo de guama”. Después de terciarse entre pecho y espalda las finas correas del mapire, se ajusta bien el cinturón para luego con parsimonia introducir en el mapire, un “cuartillo de ron el Paují” conocido popularmente como el pajarito.

Manuel Sucre sale del bahareque destartalado por los años, al sentir la fresca brisa en su curtida piel de campesino, por un momento siente diminutas agujas de luz que irrumpen la claridad de sus pupilas y casi cegado por el fulgor de la tarde, parpadea violentamente para despejar de las retina la intensa claridad del sol.

Se acomoda el mapire en la espalda, terciando la correílla sobre el hombro, sin dejar de tocar repetidamente el envoltorio en el interior del bolso de tejidos de palmas. Era el “Cuartillo de Ron” que había preparado con ácido muriático y mientras palpaba aquella muerte anunciada, hacía memorias explorando su reciente quimera y su ambigua ambición lo trastocaba, esto le recordaba las palabras que el espíritu del difunto le había expresado bien claro, “vallan dos y venga uno” con este pensamiento macabro, macilento aligeró el paso.

Al adentrarse en una de las calles encintadas con arbustos y hierbas del viejo caserío, allí lo vio, jugueteando con el polvo de la acera, era inocente aquel muchacho de anguloso rostro y espaldas anchas, el hijo de su compadre, al que había destinado como ofrenda de sacrificio al espíritu del entierro. Se acercó paulatino a Melecio, sus ojos brillaron con incandescencias malignas.

- ¡Melecio! ¿En qué estas pensando?
- ¡Don Manuel! lo estaba esperando, aquí está lo que me mandó a comprar.
-¡Ha! El litro de Ron, dámelo para echarme un traguito.

El muchacho de gruesas y callosas manos, extendió la botella, esta al coincidir con la luz solar fulguró como fuego en la sabana. Don Manuel Sucre se empinó la botella hasta la mitad, ni siquiera parpadeó, los ojos porcinos se entrecerraron más para mirar con recelo a Melecio, un salvo conducto a su desgastada pobreza.

-¡Oye! Muchacho, estás preparado, te pagaré bien tu trabajo. ¿Ya sabes? ¡Es una cosa de misterios! De esas que dan miedo ¡Pero bueno! Yo soy un hombre de bríos y no le temo ni al propio mandinga.

-Eso lo sé Sr. Yo lo ayudaré en su faena, si usted me paga bien ¡ya sabe! Necesito esa plata para poder comprar la hacienda a Doña Lucrecia, ella se va ¡sabe! Y si yo no lo hago, otro lo hará por mí.

-No te preocupes, solo te pido que no le digas esto a nadie, necesito que me des tu palabra de hombre, nuestra labor es un secreto.

-Usted sabe Sr. que yo soy hombre de palabra y honor, cuente conmigo para sacar su tesoro, ese que usted había heredado de su tatarabuelo Eutanacio Sucre. Quien usted dice que fue familia del General Antonio José de Sucre.

-Bueno hijo, toma estos cinco reales y un chelín para que te compres algo de licor, te espero a las 11 de la noche en la vuelta del ahorcado, más arriba, en Cerro Blanco, ahí mismito esta lo que desenterraremos de las entrañas de la tierra y mañana serás dueño de esa hacienda en que tanto sueñas y podrás casarte con la picara de Rosenda.

-¡Sr.!
-No digas nada, yo soy hombre de cuentos y caminos, he recorrido mucho mundo. ¡Bueno ya sabe que hacer!
-Si Don Manuel.

Don Manuel se aleja entre las calles, donde transitaban cochinos, perros, burros y gallinas. Marcelino lo vio alejarse, hasta que fue devorado por la espesura del camino del enmarañado sotobosque.

Son las 11:00 de la noche, se escucha el chirriar de los grillos y el canto del aguaitacamino, la montaña se ve tenebrosa, algunos aullidos de perros lastimeros interrumpen a veces el concierto de la noche.

Marcelino espera agazapado, oculto entre el follaje del camino, en una de sus manos porta un machete, el cual suelta chispas de níquel brillante al incidir el reflejo lunar en su filo limpio y amolado, en la otra una botella de Ron con apenas un dedo del tinto liquido rojizo, el licor era para agarrar brío y valentía en aquella noche espectral que se lo engullía todo en un santiamén. Un leve sonido de hojarascas secas al ser pisoteadas lo sobresalta, entrecierra los ojos intentando ver en aquellas tinieblas diabólicas y distingue algo que se acerca, es apenas un punto rojo ígneo por donde surge y se escapa un humo azulado, humarada que esfuma con la brisa helada. Al acercarse aquel ojo quizás producto de su imaginación, pudo distinguir la larguirucha silueta de Don Manuel Sucre.
-¡Don Manuel!
-¡Muchacho! ¡Con cuidado! Mira que en estos montes te puede picar una Cascabel o una Terciopelo.
-No se preocupe Sr. Yo estoy preparado. Las cuaimas me tienen miedo.
-¡Anja!
-¿Bueno donde empezamos?
-Tranquilo, sígueme, es allá en Cerro Blanco, tenemos que caminar una hora, estaremos allá exactamente a las 12:00 de la noche.

Don Manuel Sucre extrae del mapire un antiguo mechón y encendiéndole prosiguen el camino. Minutos después que llegan al sitio indicado por el difunto, en el silencio de la oscura noche, iluminados por el débil fulgor del mechón de kerosén, inician la excavación con picos y palas. Arduo es el trabajo por la endurecida piel del suelo montañoso, el sudor corre a raudales y se adhiere a las camisas embadurnadas con el barro rojizo y legamoso.

-Esto si esta hondo mi señor ¿No será esto un embuste de parte de su abuelo, perdone mi entremetimiento?

-¡Caramba muchacho! Menos palabrería y más trabajo. Yo creo que estamos cerca.

Interrumpen aquel corto dialogo para continuar con mas ahínco, hiriendo debilitados aquellas tierras malditas. Una brisa fría y húmeda se llevaba el eco de la sonoridad escabrosa del pico y la pala, apagando levemente la llama amarillezca de la lámpara de fabricación casera.

Hombres y paisaje se fundían con la triste luz de la farola, en la distancia algunos cantos de gallos pronosticaba el final de aquella noche y los ladridos de los perros exaltaban la premonición de la muerte.

-¡Aquí, aquí Don Manuel, aquí está!
-¿Donde que no veo nada?

Don Manuel se restriega los ojos y con la punta de la camisa se limpia bruscamente el sudor de la frente, perturbado ve el lumínico brillo del oro atrapado en el fondo de un triste tinajón deteriorado por el tiempo. La alegría lo invade, toma el oro en sus manos y limpia las monedas sobre la piel del pantalón humedecido, las muerde, las besa, las arroja hacia arriba como envuelto por una locura demencial y abrazando eufórico al muchacho le susurra suavemente al oído.
-¡Muchacho esto hay que celebrarlo!
Hala el mapire que se localiza al lado de aquella bóveda de tierra y extrae el “Cuartito de Ron” que había sido mezclado con veneno, lo destapa bruscamente y olvidándose del mejunje maldito e incitado por la emoción de la codicia y del oro que lo encandilaba, echa un poco del aguardiente sobre la madre tierra y exclama bullanguero:
-¡Este es para el difunto!
Y al culminar su empobrecido agradecimiento se bebe la mitad del líquido rojizo, después dirige alegre y bullanguero a Marcelino.
-¡Toma muchacho, brinda conmigo!
Marcelino toma deprisa aquella bebida demoníaca en su manos, cuando decide tomarla se detiene de súbito y queda congelado al observar que Manuel Sucre desorbita sus ojos, abre la boca de par en par por donde salía un humo azulado y grita espantosamente.
Manuel Sucre siente unos latigazos enfurecidos en el estomago y de repente se acuerda del ácido muriático que había mezclado con aquella bebida infernal.
¡Ayúdame muchacho, me estoy muriendo! Fueron sus últimas palabras antes de caer pesadamente en el mismo hueco que cavo con sus propias manos.
Marcelino arroja la bebida entre el follaje y tomando todo el tesoro huye despavorido, devorado por la espesura oscurecida.

Una ráfaga mortal se abatió en la alameda y el alma de Manuel Sucre se escapó como viento hacia el vació, la muerte se lo llevaba sin retorno al mismo infierno, donde lo esperaba con ansia el amo de las tinieblas.



LOS BRINCADORES

    Los brincadores son los CHICA POZOS, libélulas o caballitos del diablo, solía verlos retirar agua de los pozitos moribundo en los días de verano. 

     Se acercaban ligeros con sus alas de aspas y revoloteando se congelaban en la orilla del remanso fallido, comenzando a darle astazos al agua con su colas de áspides para achicar el agua. 

   Se curvaban ligero y su espalda se encorvaba en manera extraña, mientras se balanceaban moviendo su cola de escorpión, su cuerpo invertebrado sufría de espasmos de contracción en el tórax, una y otra vez y en manera persistentes se movían sin detenerse, lo hacían con desesperación absoluta mientras sus ojillos eran como perlas que brillaban al reflejo de la luz del agua.
EL JUEGO DE LA PERINOLA 
Y LAS MUCHACHAS MODERNAS

  Un día bajando el sol por la ladera de la tarde, estando en un parque, sentado en un banquillo con mi novia le pregunté emocionado si quería jugar Perinolas.

  Ella me observó con los ojos como platos, abrió la boquita dulce de par en par y se quedó de medio cuarto, congelada y sorprendida sin saber qué hacer, se puso roja hasta la coronilla y de súbito cerró las piernas como dos puertas pesadas, las apretó fortísima como si le hubiese entrado de súbito, un viento frío entre su exquisito monte de Venus.

  ¡Dios mío que hice! mascullé entre dientes, y de repente me jaló con fuerzas que casi me atropella, me abrazó de tal manera que casi me asfixia, me entregó su boca y su lengua en manera tan fortísima y apasionada que me succionó el corazón completo, quizás hasta dejarme el alma entre puro huesos, luego me soltó y mirándome fijamente sin pestañear me dijo dulzona y pícara.

  ¡Pensé que nunca me lo ibas a pedir idiota, yo quemándome por dentro como un fogón y tú como un pedazo de iceberg del polo norte! Como te encanta guardar ese juguete colgando como un pedazo de carne inútil y desperdiciando en el tiempo, vas a sufrir de defunción eréctil en cualquier momento por falta de uso.

¿Qué está pasando? Asustado en mi interior me pregunté sorprendido y de repente ella histérica, halándome por el brazo me llevó apresurada a su casa.

  Por el camino pasaron miles de pensamientos por mi cabeza perturbada y no salía de mi desconcierto, hasta que logré entender cada detalle de las palabras profundas de mi novia. Comprendí alucinado la situación y en un descuido sin que lo notara, me saqué la perinola que llevaba en uno de mis bolsillos traseros y la arrojé hacia los arbustos más cercanos. 

  Imaginé lo que se avecinaba, jamás pensé el desenlace que traería el pedirle que jugara conmigo la perinola. Mi novia entendió a su modo y yo un oportunista aproveché una oportunidad que me caía de viento en popa.

  En su habitación jugamos al juego de su perinola... Esta son las muchachas modernas, solo piensan en tres cosas, sexo, festear y la moda. 




EL MEJOR SOLDADO DE BATALLA II 

      Cuando el mejor soldado fue a la guerra con sus compatriotas ganó la batalla, fue un completo éxito para sus compañeros de batalla, sin embargo, para él fue su peor derrota... 

     Su mejor éxito fue que no apretó el gatillo, no disparó un solo disparo, ni una bala, nada... 

      Cuando regresó de aquel infierno de muerte, llevó a casa consigo toda la munición que había ocultado en un saco, con la intención de no otorgarle uso en la guerra. Antes de quitarse el uniforme militar fue y las enterró en un terreno solariego, igual como enterraron los caídos a sus muertos. 

    Mientras sus hermanos enterraban carne y huesos, el enterraba cobre y hierros, mientras ellos seguían odiando a sus enemigos, el amaba a esos enemigos, mientras ellos pensaban en desenterrar a sus muertos para continuar con la guerra, el enterraba a la guerra para siempre... 

     Nota: en estos tiempos existe una sobredosis de violencia y odio en la mayoría de las poblaciones del orbe, muchos mandatarios están ensimismados entre esa violencia e inescrupulosos incentivan a la destrucción y a la muerte, no existe democracia verdadera y paz en los corazones de los que gobiernan, estimulando la desesperanza, el hambre y la miseria en las naciones, amontonando a sus alrededores cadáveres de miles de sus congéneres.

     Esta tragedia acontece mientras ellos viven asegurados, pero desmoralizando y masacrando a los pueblos, saqueando las alcas, haciéndose ilícitamente millonarios y dándose una vida de lujos inimaginable, casos el de Venezuela, Cuba, México e Israel con la masacre de Gaza, donde la impunidad de los saduceos mandatarios es injustificable, amenazan la paz y los derechos humanos de toda la humanidad. 

    Gente mal intencionada como los mandatarios de Israel, Cuba, México y Venezuela deben de ser detenidos a tiempo para asegurar la paz que establecen los tratados y leyes internacionales.
EL MEJOR SOLDADO DE BATALLA



El mejor soldado en una batalla es aquel que tomando su metralla le coloca un hilo de pescar y un anzuelo y marchándose del campo de batalla se retira a un río, laguna o playa más cercana y se pone a pescar.

Sacando todas las municiones y demás armas del cinto y del morral de campaña, las arroja al fondo del agua, luego procede a llenar el morral y las cachas del cinto de pescados hasta más no poder  y silbando una melodía dedicada a la paz de los corazones perdidos, vuelve al campo de batalla y los pone a cocinar.

Cuando llega la tarde y los dos bandos están atemorizados y con hambre, el va primero a las filas enemigas, levanta en alto una bandera blanca se acerca y entrando en las trincheras del enemigo les da de comer la mitad del pescado cocinado.


Después regresa a sus filas amigas y reparte la otra mitad de los pescados entre sus amigos de patria.

EL MARAVILLOSO CANTO DE LA LLUVIA

No todo el mundo cree que tiene oído musical, pero es interesante saber que todo ser humano lo posee, le faltaría al que no lo ha activado afinar el alma con el tono debido y colocar la nota musical en el corazón…

“El sonido es una sensación percibida por el oído que llega al cerebro. Cuando un cuerpo vibra, las moléculas que lo forman se propagan en círculos concéntricos a través del aire. Es preciso establecer la diferencia entre un ruido y un sonido musical”.

No todos oímos el perceptible canto de la lluvia y pocos son los que reparamos en este asíncrono espectáculo musical de las tormentas. 

El canto de la lluvia es suave, se siente débil en la lejanía, es como una arpa cuando su intérprete rasguea las cuerdas con tanta suavidad que solo se escucha una sonoridad, el cual adormece el huesecillo interno del oído, el tímpano se tensa para oír y sus membranas auditivas se inflaman por mantener el ritmo de la sonoridad casi imperceptible. Al nacer en la distancia y en su aproximación, el manto de la lluvia y su filarmónica secreta conjuga una dinámica muy sentida en cuanto a su plano sonoro audible, ocasionando candenzas en manera compleja en los distintos acordes de cada partícula de lluvia.

Cuando la lluvia se acerca desde las nubes, se forma en el ambiente un punto de vista vibrado, se va propagando en manera elástica en manera líquida, sus ondas son casi no audible para el oído humano, el que escucha esa música se tensa, presiente en su sensor cerebral afanado que se acerca una precipitación atmosférica y corre a guarecerse de lo que ha de venir en manera momentánea e inesperada.

No considero el sonar del concierto de la lluvia como un ruido y hago mención al sonido sin definición, cuyas son vibraciones cortas que molestan y alteran el nervio auditivo; por ejemplo: el sonido que se produce al colisionar estrepitosamente un auto contra otro, sin embargo, el sonido musical es controlado por el hombre, posee la cualidad de tener vibraciones regulares que se perciben en forma precisa y son agradables al oído, mi definición en manera personal del sonido que produce la lluvia al asentarse desde el firmamento, es no ajustarlo al del ruido común y corriente, la música de la lluvia al desplegarse en el ambiente no es un ruido, es música del cielo dirigida por un director orquestal genial, el mejor del universo, el mismo Dios.

Los primeros seres vivientes en la tierra que oyen la música de la lluvia son los pájaros, estos seres viviente del globo terráqueo tienen una percepción bien definida que les ayuda a arraigar en su instinto la presencia de un concierto entre el tiempo y el espacio, presienten la vibración de la atmósfera, la densidad del medio ambiente los envuelve y son receptores de la emisión al comprimirse, expandirse y al hacer presión en el vacío infinito.

La dimensión de esta música cantarina tiene su tiempo y su medio de expresión expansiva, sus cualidades de sonido se generan en las cuatro escalas musicales: intensidad, altura, timbre y duración. A veces el tiempo no se oscurece en manera repentina y llueve aun con el sol imponiendo sus rayos solares, a pesar de esta notoriedad, las aves sienten el rasgueo del arpa de la lluvia y cuando sucede esta causalidad, el ser humano desprevenido se moja ineluctable, recibiendo en su piel las lágrimas del cielo. Para cuando los humanos sienten las primeras gotas frías de la precipitación, los pájaros ya están bien protegidos y guarecidos en sus cuevas, árboles y nidos.

Después de los pájaros son todos los animales que oyen la dulce nota de este fenómeno de la natura, e incluso los insectos, ingeniosamente y con carácter de ingeniería una de estas especies de invertebrados maravillosos son las hormigas. He visto desparecer de inmediato antes de llegar una tormenta o oscurecerse el día a las hormigas, su descenso transeúnte se esfuma en manera fulminante, dejan el troquelar de su pasear rutinario y en esta huida de súbito no queda una sola extraviada o desorientada.

En el momento cuando la última hormiga entra a su cálido aposento, todo queda en quietud, aves, insectos y animales guardan un silencio absoluto, resguardándose y poniéndose a salvo de lo que ha de venir, precavidos saben escuchar el sonar de la música más maravillosa del planeta, la lluvia.

He oído la música de la lluvia, para oírla en el instante que lo hacen los animales, pájaros e insectos, hay que tener un cálculo auditivo muy sensible, a veces ni el calor urbanístico o de ciudad impide escuchar el grandioso sonido de la lluvia, es una obra fascinante de Dios y su naturaleza, el concierto viene acompañado sutilmente por el viento, el sonar se hace suave y paulatino en su intensidad, al inicio se oye lejano, es la “Duración” relativa, en este instante se puede captar el tiempo brevísimo del sonido de la lluvia, pocos humanos suelen oír sus notas musicales.

Al instante de terminar la “Duración” del evento, se establecerá la “Altura” y los sonidos agradables de la lluvia pasarán a ser agudos, graves y medio, terminando con “El Timbre” cuyo sonido característico se oye al golpear las gotas sobre techos, rocas, superficies, aguas, árboles y entre otros, este sonido terminal es audible para el oído humano y hace similitud como en una nota de altura y timbre en un concierto de Beethoven. Una escala musical en caliente del maestro Beethoven después de estar durmiéndonos en la mágica quietud rítmica de su dulce embeleso, nos despierta bruscamente con una nota aguda o grave que casi nos saca del asiento a empellones violentos. La última nota musical de la lluvia hace estallar estrepitosamente el ambiente.

El precavido que percibe la música de la lluvia, sus tonada y melodía que le caracteriza antes de caer sobre la superficie terrestre, hará como los demás seres vivientes del planeta que la oyen, se resguardará porque sabe que va a llover y se mojará.

Muchos animales, insectos y personas en igual no necesitan de equipos o artilugios sofisticados para prevenir y saber cuándo se acerca un sismo, saben escuchar la música que estos comienzan a emitir cuando están por llegar.

23/11/14

LOS DOS BURROS


A veces la necesidad obliga a proponer cambiar lo mismo que tenemos.

Dos burros iban de camino al pueblo, el sol inclemente casi los pulverizaba con su fuego abrasivo, por el camino solo había un amplio sotobosque y los arboles que existían eran cactus que parecían fantasmas enclenques o salti banquis de circo o parecidos a frailes desnudos pidiendo clemencia al cielo, con sus largos brazos llenos de espinos.

La sed hostigaba a los dos burros que sudaban a chorros, su pelaje lizo se apergaminaba a la piel y brillaba como un barniz de agua azulada.

Llevaban sendas cargas, cada uno con un par de sacos repleto de almendras del cacao, pesando 60 kilogramos, una fanega y algo más, la fanega pesa 50 kilos. Es de hacer notar que cada burro portaba la misma carga. Dos sacos pesan 120 kilos o dos fanegas más 20 kilogramos. 

Cansado de llevar la carga uno le dice al otro

- ¡Oye hermano burro! ¿Porqué no cambiamos de carga? así iremos más livianos y descansados.

- ¡Vaya hermano burro, es una idea excelente! me pasas tus sacos y yo los míos a usted.

- ¡Qué idea tan excelente hermano burro! Cambiemos la carga pues.

- ¡Es usted un genio hermano burro!

Se detuvieron a la mitad del camino y se cambiaron los sacos.

- Me siento más cómodo hermano burro y usted no siente algún alivio

- Claro hermano burro, me siento más fresco y descansado, la carga se ha puesto liviana, Gracias hermano burro, usted sí que es mi amigo.

- De nada hermano burro, para eso son los amigos. 

Después de aquel dialogo se fueron orondos y contentos por el camino pedregoso. Un viejo asno que pastaba cerca del lugar, escuchando y observando el ameno diálogo tan pendejo, pensando en voz alta exclamo absorto:

- ¡Caramba! en mis tiempos hubiese dado mi casco derecho por tener un amigo como esos dos, tuve que calarme mi carga en solitario durante muchos año 

Luego de suspirar muy profundo siguió pastando en aquella desolación de muerte.