23/11/14

EL ANIMASOLA 

Liriné era una joven pulcra y hermosa, su piel tenía una finura aterciopelada y resaltaba como el mate de una losa de mármol sonrosada. Su cuerpo de efigie era codiciado y levantaba las mil y una envidias, su belleza cándida e inocente iluminaba los tristes faroles de las noches y hacía temblar irresistible, los corazones de los hombres que admiraban su hermosura.

Su rostro perfecto tejía sensaciones perturbadoras, era encantador contemplarla y todo aquel que lo efectuaba por instantes, quedaba embriagado por su belleza juvenil, atrapado sutilmente en una telaraña de ensueños intensos, donde era casi imposible escabullirse.

Liriné era orgullosa, arrogante como una princesa Española, su barbilla siempre en alto denotaba su elegante figura esbelta, brillante como la luz del sol irradiaba una dulzura impresionante que cualquier hombre del pueblo vendía el alma por poseerla.

Liriné era equiparable a las mariposas del viento y se anclaba como bisutería en los deseos de la indiferencia, a sus pies tejía una larga escalera que ningún humano de su pueblo podía alcanzar, era todo un sueño esculpido en lágrimas de perlas doradas. En el pueblo cada hombre soñaba con ella, le dibujaron quimeras invisibles y tejieron a sus pies tesoros de palabras ardientes, en su pasear vespertino por la plaza Bolívar y la plaza San Juan se vestían con palabras inconclusas, admiradas se sonrojaban al paso casi insonoro de su juventud, cuando ella sonreía y hablaba, al mirarla era tocar el universo mismo con las yemas de los dedos o hundirse hipnotizado en un laberinto sin salida.

Pasaron los días y la Bella Liriné crecía en belleza y elegancia mejorada, y mientras esto acontecía, vertiginosa se deslizó una sombra en el tiempo y le auguró un mal presagio, una envidia plegada de maldad le hundiría en su vida el puñal de la desidia y le daría de beber aguardiente de hiel amarga.

Y un día de esos inundados de presentimientos, la hermosa joven vio pararse frente a su portal aquella mariposa negra, Lirine era inocente y quiso tomarla para jugar, la mariposa oscura como la noche, ágil abrió sus negruzcas alas y tornó a su grácil vuelo, ocultándose en las penumbras de la tarde. Aquel anuncio de muerte cobijó las ansiedades del ambiente mortecino. Liriné siguió su curso más hermosa que nunca, entro a su habitación y tomando el cepillo comenzó a peinarse, admirar su cálida belleza, a cantar dulces arpegios con su voz melodiosa, recordó los amores que había desechados y se sintió espléndida, comprendía que era admirada por ojos que desnudan paredes, ella sabía que sus corazones endulzados por la magia de su persona, hervían como olas de bravía tormenta, sentía que cuando la miraban, atravesaban su sangre ardiente y apasionada con diminutos alfileres que desangraban sus tensiones juveniles.

Cuando menos esperaba una tragedia demoniaca, la vio en el cristal del espejo, mirándola con sus ojillos infernales, la sombra diabólica vestía de negro como la mariposa de la tarde, la cual había anunciado su llegada, sus manos engarfadas eran como el acero bruñido y su boca avilante le anunciaba su visita inesperada.

Liriné quedo tiesa como hierro recién fundido introducido al agua, su rostro palideció mortalmente y de su boca surgió un pequeño grito que retumbó en las cuatro paredes de la fría habitación. El ambiente se torno irresistible, un relámpago beso las tinieblas y su latigazo encandilador fue apagado por un estruendo que estremeció el alma temerosa de Liriné.

Asustada abrió sus ojos y sus labios rosas con desmesurado acento, estupefacta observó unas manos que surgieron esqueléticas del cristal del espejo y cuando sintió que se aferraron a su cuello, temblaron sus carnes tersas, aquel rostro juvenil de líneas perfectas se demudo de súbito, como si un flujo eléctrico se hubiese apoderado de su alma.

Se trastocó, la mente se le distorsionó embutida por aquella maldad, enloquecida rasgó sus ropas, las hizo añico con los dientes y las uñas, gritaba y trataba sofocada de soltarse de aquel fantasma disidente, de vida o muerte y de la envidia.

Era las dos de la madrugada cuando alborozada, temerosa, enloquecida y perseguida por El Animasola huía desnuda por las calles del pueblo, algunos jirones de tela blanca y transparente pedían aladas de su hermoso y bello cuerpo, parecía una aparición del Olimpo, una visión inquietante, la Diosa Venus perseguida por la oscuridad de Morfeo.

Pocos meses después un brujo terminaría con el hechizo mágico del Animasola de la hermosa Liriné.

Animasola: tipo de espíritu diabólico que común se conjuraba mediante una oración de las artes o magia negra. Esta oración la procuraban hombres con malicia y se la rezaban a jóvenes hermosas para enloquecerlas y transformarlas en devoradoras de hombres. En los caseríos de Yaguaraparo se dieron muchos casos de hombres que ejercían la oración del Animasola con la mala intención de poseer fácil a la mujer que deseaban. La mayoría de estas mujeres hechizadas quedaban esclavas del Animasola, después que eran dejadas por su captor seguían buscando varones insaciablemente.

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