LA HOJA Y EL AMOR DE ESPUMA
El querer es como una hoja verde que navega sobre las olas del mar, no tiene destino, hogar donde descansar y no puede parar su transitar en el océano y su horizonte interminable.
Esta es la historia de una hoja que solitaria cayó en el mar.
El viento y la mar hacían el amor sobre la arena, la hoja melancólica y solitaria navegando sobre la cabellera marina, ve aquel remolino romántico y llora lágrimas de sal, entonces piensa en su destino y se siente ignota entre tantas aguas que la abrazan con ternura.
Pasando los días la hoja se entristecía y se desteñían los colores de su aventura, en su extenso viajar pudo ver como el viento amaba y hacia suya miles de veces al mar con su amor de espuma y vio a la arena servir de colchón a tantos encuentros y a las palmeras guardianes de aquel reinado de pasión, guardaban silencio sonriendo con picardía al señor sol.
Y así pasaron los meses y aquella hoja mustia de añoranzas, se desgastaba causado por el cristal de cuarzo de las partículas de sal, aruñado su cuerpo con el salitre viajero y el constante abrazar de las olas, acosadas por el vaivén del viento loco y soberbio que quería hacer el amor a cualquier instante con la mar sobre la arena…
Un día la hoja cansada de tanta soledad y de aquel romance de espuma entre el viento y el mar, sintió envidia, fatigada, exhausta y sin poder descansar en tierras cálidas le dijo al viento.
-¡Amigo viento, estoy sola!
-¿Sola?
Le respondió el viento,
-Estamos contigo, el mar, el sol, los peces, los corales, las estrellas marinas, las del cielo, la luna, el horizonte y las palmeras. ¿No entiendes que el mar es tu planicie prodigiosa? ¿A qué has de temer? ¿Qué más deseas en este mundo de agua azul?
La hoja lo miro entristecida y le susurró llorando de nuevo lágrimas de sal.
-¡Estoy sola!
Así estuvo días sumergida en la soledad asfixiante, desfallecía a pesar que tenía compañía en su andar de infinito horizonte. La hoja sentía que carecía de amigos con quien compartir su sueño errante, su existencia a la deriva, su esperanza de vivir la vida, quería ser amada como el mar era amada por el viento, sumida entre tantos pensamientos y mecida con lástima por las olas, suspiro de muerte.
El viento angustiado viéndola morir le dijo:
-¡Espera!
La hoja resollando y con los ojos dormidos no le contestó, la soledad y el silencio, la falta de compartir y de observar como otros se amaban la hundían a su destierro final.
Y el viento dejó de besar a la mar y le susurro tierno a su amada:
-¡Espérame amor mío, confía en mí¡
Y la mar se despidió triste expresando con ternura:
-Te esperare amor mío, confío en ti, ve, no me importa donde vayas, yo sé que me eres fiel y volverás a tu nido de agua azulada.
¡También lo soy para ti y volveré porque te quiero! Le masculló el viento con una sonrisa enamorada, acotó enternecido:
-Gracias mil amores de agua, me voy tranquilo porque sé que tu fidelidad es la mía.
¡Te amo! le susurro bullanguero el viento caballero a su dama fiel y para finalizar aquella despedida posó un beso en los labios de aquella mar preñada de peces y corales, luego salió juguetón, acariciando, bailando y danzando sobre el ombligo de su amada, hasta que se perdió en el índigo del horizonte.
Pasaron los días y la mar estaba tranquila, no había olas ni espumas y las palmeras estaban sobrecogidas, en silencio, nada se movía. El sol le pidió a sus amantes señoras, a las nubes, que lo abrigaran para evitar quemar a las palmeras y a la tierra por la falta de la frescura del viento. Mientras tanto, la pobre hoja fenecía y la mar inquieta la mimaba, le cantaba serenatas y le declamaba poesías, le animaba y la arropaba con sus cobertores de corales, pero la hoja se extinguía.
Un viernes en horas de la tarde se escuchó una algarabía, las palmeras se movían y danzaban, la arena brilló entusiasmada para saludar al viento, llegaba fatigado de su largo peregrinar, la mar se sobresaltó de emoción, en el cielo oscurecido el sol le dijo a las nubes: ¡Apártense para ver lo que sucede allá abajo! y al posar sus ojos en la tierra todo se iluminó.
El caballeroso viento traía en sus manos un monton de hojas de toda especie de árboles y cuando se acercó al ombligo de su amada, las soltó sobre las olas y grito contundente: ¡Ahí tened pequeña niña, hoja que viajas en los brazos del mar, juega con ellas, vive la vida!
Y la pequeña hoja bailo sobre el mar y sonreía y se junto con sus amigos para bailar, cantar y jugar y hablando sin parar se inundada de felicidad y le contó alborozada a sus nuevos amigos de viaje las aventuras del horizonte, el respeto de las palmeras y el amor de espuma del viento y de la mar.
Entre la muchedumbre de amigos y amigas, la hoja encontró aquel amor con que soñaba toda una vida.
-Gracias señor viento le expresó abrazándolo con tierno aprecio y admiración
- ¡De nada! dijo el caballero, para eso son los amigos, para amarse y ayudarse recíprocamente amada hoja, disfruta ahora todo lo que puedas y le volvió a repetir: ¡Vive la vida!
El viento apasionado y como un centella echase sobre la mar y continúo haciéndole el amor sobre la arena y la hoja con su compañero hacían el amor sobre la espuma…
Cuando veas a tu semejante desfallecer de soledad, que seas tú quien le ayude a sobrevivir, para eso son los grandes y buenos amigo.
Nota: las hojas en esta historieta son las Manta Rayas del mar
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