LOS DOS BURROS
A veces la necesidad obliga a proponer cambiar lo mismo que tenemos.
Dos burros iban de camino al pueblo, el sol inclemente casi los pulverizaba con su fuego abrasivo, por el camino solo había un amplio sotobosque y los arboles que existían eran cactus que parecían fantasmas enclenques o salti banquis de circo o parecidos a frailes desnudos pidiendo clemencia al cielo, con sus largos brazos llenos de espinos.
La sed hostigaba a los dos burros que sudaban a chorros, su pelaje lizo se apergaminaba a la piel y brillaba como un barniz de agua azulada.
Llevaban sendas cargas, cada uno con un par de sacos repleto de almendras del cacao, pesando 60 kilogramos, una fanega y algo más, la fanega pesa 50 kilos. Es de hacer notar que cada burro portaba la misma carga. Dos sacos pesan 120 kilos o dos fanegas más 20 kilogramos.
Cansado de llevar la carga uno le dice al otro
- ¡Oye hermano burro! ¿Porqué no cambiamos de carga? así iremos más livianos y descansados.
- ¡Vaya hermano burro, es una idea excelente! me pasas tus sacos y yo los míos a usted.
- ¡Qué idea tan excelente hermano burro! Cambiemos la carga pues.
- ¡Es usted un genio hermano burro!
Se detuvieron a la mitad del camino y se cambiaron los sacos.
- Me siento más cómodo hermano burro y usted no siente algún alivio
- Claro hermano burro, me siento más fresco y descansado, la carga se ha puesto liviana, Gracias hermano burro, usted sí que es mi amigo.
- De nada hermano burro, para eso son los amigos.
Después de aquel dialogo se fueron orondos y contentos por el camino pedregoso. Un viejo asno que pastaba cerca del lugar, escuchando y observando el ameno diálogo tan pendejo, pensando en voz alta exclamo absorto:
- ¡Caramba! en mis tiempos hubiese dado mi casco derecho por tener un amigo como esos dos, tuve que calarme mi carga en solitario durante muchos año
Luego de suspirar muy profundo siguió pastando en aquella desolación de muerte.
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